lunes, 12 de marzo de 2012

Hasta llegar a Serbia


Como siempre llego tarde en las actualizaciones, pero es que, hasta que no tengo un tema interesante de verdad, prefiero esperar.
Bueno os voy a contar un poco del último tour que hemos hecho unos amigos españoles y yo por Europa central.

Como bien tuve en cuenta desde el primer momento, no quiero que esto se convierta en una libreta de viaje, así que intentaré darle un toque diferente.

La ruta comenzó volando desde Bucarest hasta Viena, y después fuimos visitando aquellas que se cruzaron en nuestro camino de vuelta a Rumanía.

Primero pasamos por países como Austria, visitando su capital, la famosa capital de la música.

Yo pienso que me ha gustado, pero también cabe decir que era algo que ya me esperaba, habiendo estado en París este tipo de turismo ya no me sorprende. Son edificios muy clásicos, todo muy limpio, correcto, ordenado y sobretodo disciplinado, como buenos “alemanes”. También tengo que decir que tanta disciplina lleva a una sociedad aparentemente aburrida.
Algo que me llamó mucho la atención de esta sociedad fue su, al menos aparente, buena economía. Se puede observar cuando camina por la calle; los coches, las comidas, los precios, el transporte público, etc, y algo tremendamente curioso, la natalidad, un fenómeno que en países como el nuestro  ya no se ve tan a menudo.

                El segundo en atravesar fue Eslovaquia, en el que tan sólo visitamos la capital, Bratislava.
Esta es una ciudad con una localización un tanto extraña, porque además de estar en un extremo de este pequeño país, queda a tan sólo 60 kilómetros de Viena; según he oído son las dos capitales más cercanas del mundo.
Este lugar no tiene la calidad turística de la anterior pero es interesante conocerla, porque aunque no tiene grandes cosas que ver y su ruta se puede hacer en 3 horas, su casco antiguo tiene su encanto.
Lo mejor de esta ciudad está de noche, pienso que es el sitio donde hemos encontrado los edificios importantes mejor iluminados, incluyendo su zona centro. A esto le sumamos que el ambiente en sus locales es tremendo y muy divertido; los precios ya van siendo del orden popular, todo baratito siendo capital.

                Tercera parada, nos vamos a Budapest, la famosa capital de la fiesta y de los lugares hermosos; es cierto. Es una ciudad llena de lugares bonitos e interesantes de visitar, el río Danubio le da una gran importancia a esa división entre Buda y Pest.
Su famoso Gulash, esa sopa un poco picante con carne de ternera y patatas, al estilo de nuestro “estofado cordobés”; exquisito, pero me gustó más el casero que probé en Rumanía.
Los precios aquí eran relativamente baratos para ser capital, al igual que la eslovaca, pero hemos de recordar que no tienen Euro y que es un país menos desarrollado, perfecto para nuestro turismo “Low-Cost”.

Cuarto destino, Serbia.En este desconocido país visitamos dos ciudades de la parte norte.
Subotica, un pequeño pueblo con mucho encanto pero en el que todo estaba un poco abandonado, le faltaba un poco de cuidado a las cosas.
Aquí comimos divinamente en el restaurante que nos recomendaron, Bates. El trato fue magnífico, pero sobre todo su sopa, e incluso la carne.
Llegamos a la segunda ciudad más importante Serbia, Novisad, un lugar que no imaginábamos. La ciudad preciosa, más turística, todo cuidado, y lo que más nos asombró fue cómo nos trató esta gente. Los serbios, una sociedad que nos resulta extraña de mencionar por sus recientes conflictos, y que sin embargo son gente de lo más común, agradable y muy abierto.
Estos se lo montan mejor, tienen ocio nocturno todos los días de la semana, pero los más fuertes son lunes y martes. Nos vino genial porque veníamos de los días fuertes de Hungría, viernes, sábado y domingo.
En cuanto al tema precios y demás es como en Rumanía, de hecho el país se parece bastante, por lo tanto estábamos dentro de una economía bastante más baja a la nuestra.

                El último paso después de unos pocos de días viajando sería en Rumanía, pero antes debíamos cruzar desde Serbia. Como estábamos en el norte no quisimos ni bajar a Belgrado ni volver a Hungría, por lo que decidimos tomar el camino más corto, pero a su vez el menos frecuentado, cruzar de Kikinda a Jimbolia, dos pueblos que no tienen aspecto de vivir del turismo, ya que se encuentran en lo más remoto de esta tierras.
Para este pase de países tomamos un tren, de no sé qué año, pero tenía sólo dos vagones separados y el primero hacía de locomotora; puramente un autobús sobre raíles.

Una vez que entramos en territorio rumano ya nos sentíamos como en casa, estábamos tranquilos, ya que podíamos defendernos bien en el idioma y sabemos como funcionan las cosas, nos hemos acostumbrado.
Visitamos aquí Timisoara, una de las ciudades más importantes del país, aunque bastante alejada de la capital. Esta me decepcionó un poco porque había visitado otras mejores conservadas dentro del país y con menos relevancia, pero de todos modos, supongo que ganará mucho cuando llegue la primavera.

                La vuelta a casa la hicimos de tren, en el que estuvimos viajando de noche durante 9 horas. En España, antes de llegar a Europa del este, era impensable el viajar tantas horas en un mismo medio para un trayecto tan corto, pero ya hemos cambiado el concepto de viaje y transporte y hasta disfrutamos de ello.

Todo se nos dio sin contratiempo alguno y disfrutamos de nuestra ruta de exploración.

Intentaré mejorar el post con más detalle, como fotos y algún que otro comentario.

Salut și noapte buna.