RUMANÍA
REPÚBLICA DE MOLDAVIA
UCRANIA
TRANSNÍSTRIA
Tras unos meses sin contaros nada quiero reanudar esto en orden cronológico.
Partimos el día 7 de Diciembre de 2011 desde Bucarest en dirección Iasi, en la región de Moldavia, noreste de Rumanía.
Esta es una de las ciudades más sonadas en este país, porque es hermosa y ya tiene un toque más ruso y esto se nota mucho en el aspecto de las mujeres, pero sobre todo por su buen ambiente universitario.
Podríamos decir que esta es la ciudad que más actividad Erasmus tiene de todo el país, a pesar de quedar, nada más y nada menos, que a 7 horas en tren de la capital.
El día 8 salimos por la mañana, tras nuestra visita exprés por la ciudad, rumbo a Chisinau, capital de la República de Moldavia, el país más pobre de Europa.
Esta vez tomamos un “taxi-furgoneta” que nos llevaría directamente hasta nuestro destino.
En él íbamos cinco moldavos, dos rumanos, dos portugueses y dos españoles, vaya mezclas.
Ya entrábamos en un país desconocido, en el que la lengua oficial es el rumano pero su gente prefiere el ruso.
Había anochecido cuando llegamos, y fue tal nuestra sorpresa cuando vimos que, siendo la capital de un país, no había alumbrado en las calles, tan sólo en las avenidas principales.
Aún así nos atrevimos a salir de noche, el club (discoteca para España) estuvo genial, tendríais que ver lo que allí se cuece.
En mi opinión, como ciudad no tiene muchas cosas interesantes, también puede deberse a que no conocimos mucho de ella, pero dudo que mejore. Eso sí, hay que visitarla.
Continuamos nuestra ruta en dirección a Odesa, una importante ciudad del Sur de Ucrania, en la costa del Mar Negro.
Aquí se encuentra uno de los puertos más importantes de esta zona, muy grande, por cierto.
En este caso cogimos un autobús muy antiguo, 7 horas pegando botes por unas carreteras que dejaban mucho que desear, parecía que nos llevaban al campo de concentración.
Era imponente cuando cruzábamos fronteras, en las que nos tenían parados horas, y los policías te hablaban en ruso. (En inglés, al ver el pasaporte)
Odesa nos gustó más que los demás, por el sitio y por su gente, que a pesar de que no muchos hablan inglés, nos trataron estupendamente.
Una anécdota de esta ciudad fue la llegada, no sabíamos a cómo ir al hostal y preguntamos a un hombre, que sospechosamente esperaba al autobús a esas horas.
Fue él quien decidió meternos a los cinco en los asientos de atrás de su BMW Serie 5, maletas al maletero, una mujer al volante y el de copiloto, sólo hablaban ruso.
En definitiva, tras 20 minutos dando vueltas dimos con la dirección, de nuevo nuestra sorpresa cuando él dice que no le debemos nada, que no lo necesita.
Algo curioso de estos países, ves pobreza por un lado, pero por otro huele a dinero, he aquí la cuestión.
Aquí si hicimos algo de turismo, incluso fuimos a un restaurante ucraniano del cual salimos satisfechos, todo exquisito, como también su vino.
Tuvimos de nuevo una salida nocturna, clubes magníficos, mujeres preciosas, gente agradable, y mejor aún, el vodka, qué hartón de vodka; si no, que nos lo pregunten al portugués y a mí.
Domingo, 11 de Diciembre.
De vuelta a nuestra querida Rumanía.
Perdemos el autobús que nos lleva de nuevo a Chisinau y confiamos de nuevo en un “taxista” que nos lleva por otro camino, esta vez cruzábamos TRANSNISTRIA, un reducto de la antigua URRS, parte del territorio moldavo pero controlado por el gobierno ruso.
En la frontera, al llegar, este amable taxista nos pidió dinero con al excusa de que lo exigían en la frontera, aquella en la que teníamos que recibíamos un visado de un día, para cruzar un país inexistente para la comunidad internacional. En fin, fue poco en euros, pero estábamos en tierra de nadie, no teníamos otra opción.
Aquí podréis saber un poco más de este remoto lugar en el que nos metimos:
El día que nosotros cruzamos estaban en jornada de elecciones, mira tú por dónde, en los carteles aparecía Putin y otros que tenían peor cara que él.
En las calles había tanques, la armada rusa vigilaba, símbolos comunistas… en resumen, un regalito, menos mal que salimos de allí rápido.
Por la tarde llegamos a Chisinau, donde cogimos el tren en coche-cama, muy antiguo, con calefacción de carbón, aunque muy cómodo.
Tras 14 horas de viaje, por fin pisamos Bucarest, habíamos llegado a nuestra querida y tranquila Rumanía.
Este es un ligero resumen de nuestra aventura, de la cual podría contar mil detalles, pero iría para largo…
Sinceramente, este fue un viaje que recomiendo a todo aquel que le guste un turismo barato, pero sobretodo, diferente, sólo hay que ser sensato y prudente, por lo demás, SIN MIEDO.
Esta experiencia fue como una vuelta atrás en el tiempo.
El viaje debió de ser muy interesante
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